Sindicato, lucha económica y conflicto de clase en la época de la precariedad laboral.

Creato: 16 Maggio 2013 Ultima modifica: 17 Settembre 2016 Visite: 6567
Las profundas modificaciones sucedidas en estos últimos años en el sistema de producción capitalista a escala internacional han uniformizado a nivel planetario la acción conservadora de los sindicatos, y, al mismo tiempo, transforman cada vez más la lucha económica en un arma inútil en manos de los proletarios. Es preciso tomar conciencia de que una nueva fase de la lucha de clases se ha abierto, y que el camino a recorrer no puede considerar ningún retorno al pasado, como la reconstrucción de sindicatos rojos o el recurso a otros organismos intermedios entre el partido revolucionario y la clase trabajadora.

Cuando a finales de los años ochenta del pasado siglo se hundió el muro de Berlín, junto con el bloque imperialista que encabezaba Moscú, fueron muchos los ideólogos de la burguesía que sostuvieron la tesis del fin de la historia. Una nueva era de paz y de prosperidad se abría para el capitalismo mundial, y nada podía obstaculizar la convivencia pacífica de los hombres. Se decretaba el fin de la lucha de clases tal como se había desarrollado hasta aquel momento, porque el interés común estaba representado por el crecimiento económico constante, finalmente asegurado por el nuevo reino de la libertad.

Mientras la burguesía se imaginaba un  nuevo Bengodi, muchos exponentes de la Izquierda Comunista, y entre ellos nosotros, pensaban que con la caída del muro de Berlín y el fin de los regímenes que se reclamaban mas o menos directamente del estalinismo, se podrían abrir espacios políticos para un reinicio de la crítica revolucionaria a la sociedad capitalista. La tesis que se sostenía en aquellos años era mas bien sencilla en su formulación, y se puede resumir en éstos términos: con el fin de la URSS se demuestra que en Rusia nunca había existido socialismo, y que lo que se hundió con los golpes de la crisis había sido una forma particular de capitalismo, el capitalismo de estado. En virtud de este desenmascaramiento, se sostenía, sería fácil poner de nuevo en marcha el tren de la lucha revolucionaria, que el estalinismo había traidora y momentáneamente hecho descarrilar.

Apenas un breve lapso de tiempo después de la formulación de estas previsiones optimistas por parte de la burguesía, el mundo se ha precipitado en un largo período, que se extiende hasta nuestros días, hecho de guerras y de crisis económicas que han arrojado en la miseria mas negra a millones de seres humanos. Todo lo contrario, por tanto, de un nuevo reino de la libertad y del fin de la lucha de clases: los últimos decenios han estado todos caracterizados por un constante ataque a las condiciones de vida y de trabajo del proletariado internacional. La dureza de tales ataques ha sido proporcional al agravamiento de las contradicciones del sistema capitalista a escala internacional. No sólo no ha desaparecido la lucha de clases, sino que en los últimos años se agudiza ante el avance de la crisis, pero es una lucha que hasta ahora solamente ha visto como protagonista activo a la burguesía, mientras el proletariado, por muchas razones que trataremos de explicar en el curso de este trabajo, ha sufrido pasivamente hasta ahora los golpes asestados por la clase dominante.

Si los ideólogos burgueses han fracasado clamorosamente en sus previsiones elaboradas a finales de los años ochenta del siglo XX ¿tal vez han sido mejores las expectativas de la Izquierda Comunista? También en este caso las previsiones acerca de una recuperación política y organizativa de los grupos que se reclamaban de la experiencia de la Izquierda Comunista se han demostrado míseramente falsas. Más bien, el fin de la URSS ha hecho emerger todos los límites de una experiencia como es la de la izquierda comunista, por tantos motivos extraordinaria, que había hecho de la lucha contra el estalinismo su propia razón de ser. El patrimonio teórico y político propio de la izquierda comunista, que ha sido capaz de explicar, según el materialismo histórico, el episodio de la contrarrevolución rusa, no ha sido capaz de enriquecerlo a fin de explicar las nuevas dinámicas puestas en marcha por el capitalismo, y las profundas modificaciones en la misma composición de clase del proletariado moderno. ¿Existe aún una Izquierda Comunista, con diversas almas, ó mas bien los grupos que se reclaman de dicha tradición política tienen en común solamente esta etiqueta, y en la realidad mantienen tesis contrarias entre sí? Acabado el estalinismo, y en consecuencia la necesidad de ser antiestalinista, ¿cuales son los hilos que mantienen unidos a los grupos que se reclaman de esa tendencia? En realidad, nos encontramos frente a distintos grupos que no sólo  están divididos respecto a muchos puntos de una estrategia política, sino que al mismo tiempo han perdido la sana costumbre de relacionarse con los demás, y se atrincheran tras el blasón de las propias siglas para no arreglar cuentas con tantas novedades que cotidianamente plantea el capitalismo.

Respecto al tema de nuestro trabajo (la cuestión sindical, aunque podrían ser muchos mas los campos de observación) las posiciones de los distintos grupos divergen unas de otras. Hay quien sostiene que el sindicato tiene que ser reconducido a sus correctos canales revolucionarios haciendo, por tanto, aparecer la exigencia de trabajar por la reconstrucción de los sindicatos rojos; otros, aún reconociendo la traición de los actuales dirigentes sindicales, trabajan en su interior para reconquistarlos; otros dan a la CGIL perdida para la causa revolucionaria, pero teorizan la necesidad de insertarse en el interior de los sindicatos de base para enfocarlos aún mas sobre posiciones clasistas; y hay en fin quien sostiene que el sindicato está ya perdido para la causa proletaria en tanto se ha transformado en órgano burgués necesario para la programación económica del monopolio moderno.

Como se observa, los distintos grupos que se reclaman de la experiencia de la Izquierda Comunista tienen, respecto a la cuestión sindical, posiciones diferentes, y que en la práctica determinan tácticas de intervención y estrategias políticas que están en las antípodas. Hay desde  agrupaciones políticas que sostienen la necesidad de trabajar, incluso como burócratas, en el interior del sindicato para buscar su reconducción a su antigua función, a quien mantiene la necesidad de que la lucha económica de la clase trabajadora debe ser llevada desde fuera y contra los sindicatos, considerando éstos últimos ya perdidos para la causa proletaria. Nosotros pensamos que es preciso ir mas allá de la simple cuestión sindical y sostenemos la necesidad de reconsiderar la propia naturaleza y funciones de la lucha económica del proletariado para identificar los límites de tal lucha en el ámbito del capitalismo del siglo XXI. Para ello nos parece oportuno hacer un breve excursus histórico de la cuestión sindical, así como de su evolución en la historia del capitalismo, y al mismo tiempo evidenciar la diferencia existente entre lucha sindical, lucha económica y lucha de clase.

El sindicato en sus orígenes.

Las primeras organizaciones sindicales se han formado durante la segunda mitad del siglo XIX y cumplieron la función de contener la competencia entre los trabajadores, favoreciendo así la venta de la fuerza de trabajo empleada en los procesos productivos a un precio mas elevado respecto al que se conseguía allí en donde el acuerdo se conseguía a nivel individual, por los trabajadores individualmente. Es necesario referirse a las sociedades de Socorro Mutuo en la creación de las organizaciones que darían lugar al sindicato. Se trataba de sociedades constituidas con el fin principal de apoyar las huelgas obreras mediante la recaudación a favor de los trabajadores en lucha. El mecanismo solidario, que ha estado en la base de las Sociedad de Socorro Mutuo, tuvo un extraordinario impacto en la formación de las primeras organizaciones sindicales. El primer salto cualitativo real del movimiento obrero, con la formación de las primeras organizaciones sindicales, fue el de ir mas allá de esas sociedad de socorro mutuo, organizando las reivindicaciones económicas de la clase trabajadora.

La función del sindicato, lo que mejor y de manera mas genuina representaba los intereses económicos de la clase trabajadora, ha sido siempre la de gestionar la compraventa de fuerza de trabajo, no traspasando nunca el simple papel de mediación en las relación conflictiva entre capital y trabajo. El sindicato se ha movido siempre dentro del pleno respeto a las reglas de sistema capitalista, basado en la compraventa y en la explotación de la fuerza de trabajo, sin plantearse nunca el problema político de superar el sistema salarial en orden a construir una alternativa al capitalismo. En una realidad como la decimonónica, basada en un sistema económico aún dominado por la existencia de amplias áreas de libre competencia, a través de la acción de los sindicatos el proletariado ha estado disposición de conseguir objetivos relevantes desde el punto de vista de las reivindicaciones económicas y de mejora de las condiciones de vida. Emblemáticas son, a estos efectos, las conquistas obreras referidas a la reducción de la jornada laboral. En la fase histórica que estamos examinando las luchas obreras, guiadas por el sindicato, han obtenido éxitos significativos también en el terreno de las reivindicaciones económicas, concretándose en aumentos salariales que, en nuestros días, en el moderno capitalismo del siglo XXI, serían totalmente impensables. Es importante destacar como los éxitos en el plano de las reivindicaciones económicas no se han producido como regalos de la burguesía, sino mas bien como el fruto de durísimas luchas de la clase trabajadora, que ha pagado altísimos costes por todo aquello que en este contexto ha obtenido.

Los sindicatos, en toda esta primera fase histórica del capitalismo, han desempeñado la tarea de guiar las luchas reivindicativas de la clase trabajadora que, sustancialmente, han tenido su expresión en las continuas exigencias de mejoras de los salarios y de las condiciones de trabajo. Gracias a estos éxitos el sindicato ha aumentado de manera extraordinaria su propia influencia sobre toda la clase trabajadora. Durante este largo período, en la  historia del capitalismo, la lucha permanente de clase entre burguesía y proletariado su ha expresado en primer lugar en el terreno de la lucha económica y se ha asistido al desarrollo de un papel de primer plano por parte del sindicato en la organización de las reivindicaciones proletarias.

A continuación de la formación en toda Europa de los distintos partidos socialistas, nacidos con el fin principal de guiar al proletariado a la toma del poder mediante la revolución, los sindicatos aún manteniendo las características arriba explicadas, han sido utilizados para ejecutar también una función política estratégica: servir de nexo de unión entre la vanguardia revolucionaria y la clase trabajadora. Desde este punto de vista, el sindicato asume una función totalmente nueva respecto a la que tenía hasta entonces: ejercer como “correa de transmisión” entre el partido político de la clase trabajadora y la clase misma.

La correa de transmisión.

Quien mejor ha teorizado acerca del papel del sindicato en tanto “correa de transmisión” seguramente ha sido Lenin. En la estrategia leninista el sindicato, siendo el instrumento mediante el cual mejor se expresaba la lucha económica del proletariado, debía ser utilizado por el partido revolucionario para aumentar la influencia propia entre las masas obreras. En la visión leninista el papel del sindicato se hacía por tanto estratégico, en tanto que a través suyo la vanguardia política conseguía aumentar la influencia en amplios sectores obreros. Para el líder bolchevique, para que el sindicato pudiese cumplir la función de correa de transmisión era necesario que los miembros del partido accedieran a su interior, a fin de influenciarlo y a la vez hacer propaganda de las posiciones políticas del partido en el seno de la clase trabajadora. El siempre espinoso y nunca del todo resuelto problema de la relación partido-clase es afrontado por Lenin asignando al sindicato el papel de correa de transmisión porque,  mediante la organización sindical, según Lenin el partido podría establecer relaciones con la clase trabajadora de la mejor manera.

El esquema leninista se basa en algunos presupuestos políticos que es conveniente poner de manifiesto, en tanto que dichos presupuestos se evaluarán a la luz de las condiciones actuales bajo las que se desarrolla la relación entre capital y trabajo. El primer momento del enfrentamiento de clase entre burguesía y proletariado tiene lugar en un terreno de lucha económica: los obreros se ven impulsados a la mejora de las condiciones propias de vida y de trabajo. Como antes veíamos, es en ese contexto de lucha económica en donde se afirman las organizaciones sindicales. En el exclusivo terreno de la lucha económica el proletariado ha sido capaz de dar vida a los sindicatos, organizaciones estructuralmente ligadas a la relación entre capital y trabajo, incapaces, en cualquier caso, por su misma naturaleza, de ir más allá de la lucha reivindicativa que –es preciso subrayar- nunca puede traspasar los límites de la compatibilidad capitalista, aún representando el primer paso del proceso de maduración de la conciencia revolucionaria del proletariado, forma de conciencia que considera la superación del modo de producción capitalista la única vía para resolver, en resumen, los problemas de la clase trabajadora. En la lucha económica cotidiana, guiada por los sindicatos, el proletariado llega a madurar la conciencia de su pertenencia a una clase social, mientras la función de hacer crecer el nivel de la conciencia de clase hasta hacer emerger la necesidad de luchar no solo por un salario más alto, sino por derribar el sistema de trabajo asalariado, es propia del partido político de la clase trabajadora. De la lucha económica se pasa, en un salto cualitativo, a la lucha política; la conciencia de clase “en sí”, que se forma en el contexto de la lucha económica, madura en conciencia de clase “para sí”, con la que el proletariado se eleva al conocimiento de la necesidad de abatir el modo de producción capitalista.

Ya Marx en “Salario, precio y beneficio” había puesto de manifiesto como la lucha económica está en la base del proceso que lleva a la formación de una conciencia de clase. En la misma obra Marx reprendía a los que mantenían la inutilidad de la lucha económica, que se basaban en que la misma no proporcionaba ninguna ventaja a la clase trabajadora en tanto que los capitalistas, mediante los aumentos de precios, anularían en la práctica las ventajas derivadas de los aumentos salariales. Sin retomar todo lo expuesto por Marx en el citado trabajo, en orden a refutar las tesis del señor Weston, defensor de la inutilidad de la lucha económica en tanto las ventajas obtenidas por aumentos salariales desaparecerían por el aumento de los precios de las mercancías, es importante aquí evidenciar como para Marx la lucha económica es considerada importante a efectos de madurar una conciencia de clase entre la clase trabajadora, considerándola como palestra de la lucha revolucionaria. De las batallas por un mejor salario madura la conciencia de derribar el sistema asalariado. “Desgraciada –advertía Marx- la clase que renuncie a luchar por un mejor salario, porque solamente a través de tales batallas será posible madurar la conciencia de la necesidad de abatir la sociedad basada en la explotación del trabajo asalariado”.

Lenin se mueve adaptándose a la directriz teórica trazada por Marx, con la variante, sin embargo, de utilizar los sindicatos como instrumento intermedio necesario para ligar la vanguardia política, el partido revolucionario, a la clase trabajadora. Las consignas leninistas, lanzadas para conquistar la guía de los sindicatos e influenciar mejor al proletariado no son por lo tanto mas que consecuencias directas de los citados presupuestos teóricos.

La primera prueba histórica sobre la validez de las tesis de Lenin respecto al papel del sindicato tuvo lugar durante la revolución de octubre. En tales circunstancias los sindicatos, mas que actuar de correa de transmisión entre el partido y la clase trabajadora, fueron las organizaciones obreras las que mas que cualquier otra se opusieron a la toma del poder por parte del partido bolchevique. No solo no fungieron de correa de transmisión, sino que se opusieron a la difusión entre el proletariado ruso de las posiciones políticas del partido bolchevique, obstaculizando la organización de las huelgas políticas que precedieron las jornadas de octubre. En realidad, en la formulación de sus tesis, a Lenin se le escapaba que el Sindicato ya no era el de sus orígenes. Es esta una laguna que en su época, gracias a la victoria de la revolución rusa, pasó prácticamente inadvertida. Fueron pocos, y solamente bastantes años después, cuando se sopesa de forma crítica todo lo sostenido por Lenin y lo que se  verificó de forma concreta durante la revolución rusa, siendo las tesis leninistas siempre un faro para el movimiento comunista internacional, mientras las voces disonantes de lo que él apoyaba son aún hoy en día una ínfima minoría.

El sindicato en la era del imperialismo.

Clausurada la experiencia de Octubre con la contrarrevolución estalinista, la discusión sobre el papel del sindicato se bloqueó en lo esencial, quedando solamente después solamente una remasticación de las tesis de Lenin. La única voz que ha intentado ir mas allá de la vulgata leninista sobre el papel del sindicato ha sido la de la izquierda comunista. Ya en la inmediata posguerra los compañeros de la izquierda comunista, que se habían constituido en el Partido Comunista Internacionalista, partiendo de la experiencia de la revolución de octubre habían elaborado una tesis según la cual el sindicato había experimentado un cambio radical respecto al pasado, perdiendo definitivamente la propia naturaleza de clase y por consiguiente el papel adecuado en la estrategia revolucionaria. La modificación en la valoración del papel sindical había que buscarlo en los procesos de centralización y concentración del sistema de producción capitalista y en las consiguientes modificaciones de los procesos laborales. Con la formación de los grandes grupos monopolistas se habían producido notables cambios en la naturaleza y en las funciones de los sindicatos, y por tanto se ponía como tarea inmediata la necesidad de identificar otros organismos, distintos de los sindicatos, a los que confiar la función de intermediarios entre el partido revolucionario y la clase trabajadora.

Dicha posición es característica, únicamente, del grupo de Battaglia Comunista, mientras que los demás grupos de la izquierda comunista han continuado apoyando la validez de las tesis de Lenin, como si durante este período nada hubiera sucedido en el capitalismo. Las intuiciones de la inmediata posguerra han encontrado una sistematización perfeccionada en sucesivos trabajos, y la cuestión sindical caracterizará posteriormente las posiciones políticas de Battagia, en el panorama de la Izquierda Comunista. Escribíamos en el opúsculo titulado “El Sindicato en el tercer ciclo de acumulación del capital”, editado en la segunda mitad de los años ochenta del pasado siglo:
“Durante el proceso histórico de desarrollo de las formas económicas capitalistas, el sindicato, que desde su nacimiento se ha planteado esencialmente como el intento de gestión controlada de la oferta de fuerza de trabajo a fin de establecer sus precios mas altos de lo que hubiera podido conseguir el obrero en una eventual contratación individual, ha sufrido un lento proceso de compromiso en la gestión de la empresa. Especialmente en los momentos de expansión del mercado, el sindicato se ha encontrado frente a una patronal que incluso lo superaba en la concesión de aumentos salariales, conseguidos, de hecho, gracias a la capacidad de intervenir en los procesos de formación de los precios
[1].

Y también se puede leer unas pocas líneas después: ”En consecuencia, el sindicato, mientras contempla gran parte de sus funciones tradicionales totalmente absorbidas por el capital, se ve también solicitado a constituirse como un aspecto de garantía y de estabilidad del sistema capitalista, en conjunción o sustituyendo a los restantes instrumentos de represión política propios de la burguesía[2]

Las dos largas citas expresan cumplidamente la tesis según la cual el sindicato, por las modificaciones acontecidas en la estructura económica capitalista, con la afirmación del monopolio, ha modificado su propia naturaleza, transformándose en un instrumento de la burguesía y utilizado por ésta, para contener en el ámbito de la programación económica de los grandes grupos monopolistas las reivindicaciones económicas de la clase trabajadora. Con la formación del monopolio se ha hecho de vital importancia, para el capitalismo, programar la actividad productiva, y el sindicato constituye el organismo que, más y mejor que los demás, está llamado a garantizar la paz social en el interior del sistema productivo y de la sociedad en general.

La transformación del sindicato de organismo de la clase trabajadora  en un instrumento de la programación económica de la burguesía no ha sido por lo tanto determinada por la traición de algunos funcionarios sindicales, que no es que obviamente queramos negar, sino que se debe achacar a los mecanismos de “concentración de los medios de producción que ha dado a la burguesía opciones capaces de reabsorber e institucionalizar organismos de lucha puramente reivindicativa[3]

El sindicato no solamente está definitivamente perdido para la causa proletaria, sino que se ha convertido en uno de los más importantes instrumentos en las manos de la burguesía para atenuar de la mejor manera el conflicto entre capital y trabajo, favoreciendo la programación económica capitalista.

Pero si el sindicato se ha pasado con armas y bagajes al enemigo de clase, se plantea el problema de dejar atrás el esquema de Lenin, que ve en el mismo el organismo intermedio entre partido y clase. No se trata sin embargo de encontrar un nuevo organismo intermedio en sustitución del sindicato, sino de superar el concepto mismo de organismo intermedio. En el documento citado se sostiene la tesis de que el partido político se liga y se relaciona con la clase, al menos en el plano teórico, mediante los propios grupos de fábrica, que ya no son organismos intermedios, sino una directa emanación del partido operando en el mundo de la fábrica para llevar a la clase las elaboraciones propias, y al mismo tiempo tener acceso y elaborar las instancias provenientes de la misma, en una continua relación de intercambio de la base de la clase hacia la vanguardia política y viceversa. El grupo de fábrica está llamado a asumir la tarea de favorecer la potenciación de las luchas económicas en un terreno mas específicamente político. Como se puede comprobar, se ha ido más allá de las tesis de Lenin sobre el papel del sindicato y sobre el concepto de organismo intermedio, remarcando, al mismo tiempo, la validez de la elaboración de Marx, atribuyendo a la lucha económica el papel de campo de lucha revolucionaria para favorecer la transformación de la conciencia de clase “en sí” en conciencia de clase “para sí”.

Lucha económica y conflicto de clase en la era de la globalización.

Gracias a las profundas transformaciones acontecidas en los últimos años en el sistema capitalista, a escala internacional, se ha creado por primera vez en la historia del capitalismo un mercado único de fuerza de trabajo a escala mundial. Todo esto ha sido hecho posible por la coincidencia de dos factores que han impreso un cambio radical a la organización de la producción y a las condiciones mismas de trabajo del proletariado mundial. El primer factor que ha hecho posible la creación de un mercado único de fuerza de trabajo es de orden económico, y se puede observar en la posibilidad ofrecida al capitalismo de deslocalizar con extrema facilidad las unidades productivas en aquellas áreas en las que el coste de la fuerza de trabajo es mucho mas bajo que en otros lugares. Gracias a la introducción de la microelectrónica en los procesos productivos se ha aumentado mucho la flexibilidad de los ciclos de producción, haciendo por tanto posible y ventajoso trasladas la producción allá en donde exista mayor conveniencia en términos de coste de la fuerza de trabajo. El segundo factor es de orden geopolítico, y se identifica en la implosión del imperio soviético, que hizo posible la libre circulación de capitales en vastas áreas del planeta. Con la unificación del mercado de la fuerza de trabajo se ha determinado, por un lado, la disminución de su precio mientras, por otro lado, se han activado mecanismos que han devaluado posteriormente el alcance y el papel desempeñado hasta ahora por las luchas económicas en el proceso de formación de una conciencia de clase para sí.

La misma precarización de las relaciones laborales es una consecuencia directa de la unificación internacional del mercado de trabajo. Millones de seres humanos, con la disponibilidad de vender la única mercancía que tienen a su disposición en un único mercado mundial, están en lucha cotidiana entre sí para encontrar un capitalista dispuesto a adquirir su mercancía a precios cada vez más tirados. Con tanta disponibilidad de fuerza de trabajo, también altamente escolarizada y al mismo tiempo cada vez menos cualificada, el capitalista tiene la posibilidad de utilizar a los vendedores de fuerza de trabajo mediante la fórmula de usar y tirar. Todo esto tiene, seguramente, un fortísimo impacto en el proceso de formación de una conciencia de clase entre el proletariado. Las diferencias respecto al pasado son totalmente evidentes: mientras en el mundo de la fábrica fordista miles de obreros, trabajando diariamente y por largas jornadas, al lado de otros trabajadores, eran llevados de manera casi instintiva, mediante los hábitos de compartir,  a considerarse parte de una misma clase social y a luchar en el aspecto económico intentando mejorar las condiciones de vida y trabajo propias, en la era del precariado todas las condiciones que favorecían la maduración de esta conciencia han disminuido, e incluso la lucha económica parece haberse convertido en un arma averiada respecto al pasado. De hecho, el capitalista en este nuevo contexto de trabajo precario y fuertemente descalificado tiene la posibilidad no solamente de sustituir en el transcurso de poquísimo tiempo a los trabajadores en lucha, sino también de utilizar cada vez mas frecuentemente la amenaza de deslocalizar la propia empresa hacia entornos menos conflictivos. Los proletarios modernos ya no viven aquellas condiciones que en el pasado han favorecido la madurez de la conciencia de pertenencia a la misma clase social; es demasiado limitado el tiempo que pasan juntos en el puesto de trabajo y en los contextos urbanos para poder sentirse unidos por los mismos intereses de clase. Si los proletarios tienen una enorme dificultad para percibirse como una única clase y si la misma lucha económica ya no es tan eficaz en la mejora de las condiciones de los trabajadores, será preciso reconsiderar el proceso mismo de extensión de las luchas desde un plano meramente económico a uno mas elevado de naturaleza política. ¿Podemos considerar todavía válida la tesis de Marx que veían en la lucha económica un campo para la lucha revolucionaria, o por el contrario, en virtud de los cambios que hemos descrito de forma sintética, ya no tiene la lucha económica el mismo papel significativo? Nosotros consideramos que la lucha económica ha perdido ya gran parte de aquella función que veía en ella Marx y, aún no negando la posibilidad y la necesidad, para los trabajadores, de luchar por un mejor salario o por la defensa de un puesto de trabajo, creemos que la lucha de clases dirigida por el proletariado puede y debe expresarse en este nuevo contexto en términos inmediatamente políticos [4]. Por otro lado, los márgenes de contratación están ahora tan estrechos que cualquier reivindicación orientada a la mejora de las condiciones de vida y de trabajo del proletariado resulta inmediatamente rompedora.

Puede parecer una paradoja, pero es sólo una de las nuevas condiciones en las que se encuentran los vendedores de fuerza de trabajo, allá en donde por un lado se ha formado un único mercado mundial de trabajo, mientras por otra parte son cada vez mas frecuentes contratos de trabajo individuales que sustituyen a aquellos colectivos que se aplican a todos los trabajadores de la misma categoría.  Proletarios socialmente, pero económica y jurídicamente aislados, están a merced del gran capital internacional y tienen mil dificultades para sentirse parte de una clase social. Esta es la condición en la que están millones de proletarios en cada esquina del planeta, circunstancias muy diferentes respecto a las que se podía observar solamente algún decenio atrás.

En un contexto similar, consideramos que, políticamente representa un fuerte atraso, desde el punto de vista de la estrategia revolucionaria, las posiciones de quien mantiene la necesidad de reconstruir los sindicatos rojos u otros organismos intermedios que ejerzan de correa de transmisión entre el partido revolucionario y la clase trabajadora. Lo mismo que consideramos un notable paso atrás, respecto a la anterior posición de Battaglia Comunista sobre la cuestión, lo que se defiende en el artículo “El Estado, el soviet, la revolución”, en el que se escribe que “Cuando aún no se plantea el problema revolucionario, el Partido Comunista penetra y conquista los organismos de lucha económica (comités de lucha) en cuanto surgen, impulsados por el empeoramiento de las condiciones de vida de grupos y categorías de proletarios; y esto con el fin de afianzarse en la clase y en sus acciones para ensanchar el campo, orientados en la lucha unitaria de clase[5]. En estas pocas líneas se hace evidente el abandono de las tesis apoyadas en el pasado por Battaglia Comunista. De hecho, en las mismas no sólo está la vuelta a las tesis según las cuales puedan fungir como “correa de transmisión” entre partido y clase los organismos de la lucha económica –tesis ampliamente superada por Battaglia Comunista desde finales de los años cuarenta del siglo pasado-, sino que incluso puedan desarrollar esta función organismo espontáneos, como son los “comités de lucha”, que normalmente nacen y se agotan con el nacimiento y el agotamiento del episodio de lucha. No tienen en su ADN ningún carácter de permanencia, y por ello no pueden desarrollar el papel que la actual Battaglia Comunista, en plena fiebre movimientista, quisiera asignarles: garantizar al partido el afianzamiento de forma permanente en la clase. Sostener esto significa, en nuestra opinión, devaluar el papel de guía política que debe asumir el partido revolucionario para transformarlo en un carromato, a remolque de esos comités de lucha que periódicamente podrían surgir en el seno de la clase. De una pasada quedan cancelados los “grupos de fábrica” y los “grupos territoriales”, organismos que son una directa emanación del partido, que operan en las fábricas y en el más amplio contexto urbano, cuyo papel es permitir al partido echar raíces en la clase trabajadora para hacer avanzar la perspectiva de superación del actual modo de producción. Mientras otros abjuran de sus posiciones políticas para asumir mejor el nuevo papel que se han dado, el de farolillo rojo del movimiento de clase, nosotros pensamos que es necesario permanecer de manera rigurosa en el plano del materialismo histórico al definir la relación entre partido y clase, y no replantear viejas fórmulas abundantemente superadas por el nuevo contexto del capitalismo globalizado. El papel del sindicato ha cambiado, la lucha económica ha perdido mucha de su eficacia a efectos del crecimiento de la conciencia revolucionaria, pero continúan intactos todas las premisas de la lucha de clase que el proletariado internacional está llamado a efectuar para enfrentarse a la barbarie del capitalismo.



[1] El Sindicato en el tercer ciclo de acumulación de capital, ediciones Prometeo, pág. 8.

[2] El Sindicato en el tercer ciclo de acumulación de capital, ediciones Prometeo, pág. 9.

[3] El Sindicato en el tercer ciclo de acumulación de capital, ediciones Prometeo, pág. 11.

[4] Sobre esta cuestión, ver el artículo de  G. Paolucci  Ci vuole il partito, ma quale? Que aparece en este mismo número de la revista.

[5] “Lo stato, i soviet, la rivoluzione” Prometeo nº 7, serie VII, mayo de 2012.